Recuerdas antes de ser mamá que escuchabas o te decían tus amigas: – ¡uy! ¡No te imaginas cómo te cambia la vida!! Y tú respondías en tu interior: – ¡bah!, no será para tanto, es cuestión de organizarse y priorizar. Y, cuando eres mamá, acabas envuelta en un bucle emocional, haciendo equilibrios, sintiendo que no eres suficiente, enfadándote contigo misma por no serlo, pero también enojada por la falta de ayuda y, otras muchas veces, sintiéndote sola y frustrada. Pues sí, es real, la conciliación familiar es el gran caballo de batalla de las madres de nuestro tiempo.
Hoy en día, la conciliación entre la vida personal, familiar y profesional es un reto para la mayoría de las mujeres. Es evidente que existen barreras estructurales, culturales y legislativas que dificultan este equilibrio, y aquí es donde el activismo y la lucha por derechos laborales, permisos equitativos y apoyo a la crianza juegan un papel fundamental. Sin embargo, hay una parcela privada sobre la que sí tenemos control, y es ahí donde podemos tomar decisiones que realmente impacten nuestro bienestar.
En este artículo nos centraremos en esta parte, en la parte que sí depende de nosotras, en las estrategias que podemos implementar para gestionar mejor nuestra vida.
Primer paso para la conciliación familiar: La renuncia consciente
La pulsión que sentimos de ser la madre perfecta (cuidar del bebé, mantener la casa impecable, volver al trabajo sin fallar y, además, estar emocionalmente disponibles y felices todo el tiempo), puede volverse en autoexigencia patológica y dañarnos ya que empezamos a tener sentimientos de culpa, ansiedad, frustración y agotamiento físico y mental.
¿Y cómo rebajamos esta exigencia? Con renuncia consciente, ¿y qué es eso?, pues aceptar que cuando se es madre el tiempo se redistribuye de manera inevitable y que no se trata de hacer más cosas en el mismo tiempo, sino de aceptar que algunas actividades van a desaparecer. Esto no hay que vivirlo como una derrota si no como una acción de profunda sabiduría emocional.
Por eso, el primer ejercicio que te propongo es un ejercicio matemático: sentarte con papel y lápiz y hacer una lista de aquellas cosas a las que vas a renunciar para poder atender tu nueva realidad. Aquí es importante ser muy honesta. ¿Qué es negociable y qué no lo es para ti?
Algunas mujeres deciden reducir su vida social, otras renuncian a una parte de su carrera profesional o dejan de lado ciertas aficiones. La clave está en que esta decisión sea consciente, porque solo así se puede asumir sin culpa. Si sabes que has elegido priorizar el tiempo con tus hijos sobre, por ejemplo, salir con amigos cada fin de semana, o promocionarte este año en el trabajo, esa elección se vive de otra manera, no como una imposición, sino como una decisión alineada con tus valores y necesidades del momento.
Otras veces elegimos priorizar el trabajo y renunciar a la logística diaria de nuestros hijos, que la delegamos en abuelos, pareja o ayuda externa, pero abrimos espacio para tiempo real de calidad con ellos. Todo es válido siempre que lo decidas tú.
Este ejercicio, además, reduce la sensación de frustración, porque en lugar de vivir la conciliación como una lucha constante contra la falta de tiempo, la vives como una reorganización en la que tú tienes el control.
Segundo paso para la conciliación familiar: Delegar de verdad
Delegar no es pedir ayuda puntualmente, delegar es entregar una responsabilidad y no supervisarla. Esto es clave. Muchas mujeres creemos que delegamos, pero en realidad seguimos ejerciendo un control sobre lo delegado, lo que supone una carga mental añadida.
Por ejemplo, si decides que tu pareja se encargue de hacer la compra semanal, eso significa que él o ella es responsable de decidir qué se compra, cómo y cuándo. No vale estar recordando, revisando la lista o supervisando si ha traído la marca de yogur correcta. Si delegas, dejas ir. Esto se aplica también a los hijos. A medida que crecen, pueden y deben asumir tareas acordes a su edad, sin que esto signifique que tú tengas que recordárselas constantemente o corregir su manera de hacerlas. De esta forma, además de liberar tu carga mental, estás fomentando la autonomía y el sentido de responsabilidad en tu familia.
Conclusión: La conciliación es un equilibrio en movimiento
Conciliar no es llegar a todo, sino reorganizar prioridades de manera consciente y sin culpa. Requiere aceptar que hay cosas que van a cambiar, que hay elecciones que hacer y que la perfección es una meta irreal.
No se trata de lograr equilibrios perfectos, sino de tener el valor de elegir —y en esa elección, también renunciar— con plena conciencia.
A nivel social es esencial continuar en la lucha por mejores condiciones, pero, en el día a día, podemos tomar decisiones que nos permitan vivir este proceso con más paz y equilibrio.
Recuerda que renunciar no es rendirse, es hacer espacio para cuidar sin romperte, es un acto de amor hacia una misma y enseña a tus hijos algo muy valioso: que también ellos pueden ser amados sin exigirse tanto.