Seguro que en los últimos tiempos habéis leído sobre la situación de la salud mental en España: teníamos un grave problema por la baja ratio de psicólogos por habitante, pocos recursos destinados, mucho tiempo de espera entre citas y un alto índice de venta de antidepresivos. Y después, llegó la pandemia: un caldo de cultivo perfecto.
La ola de enfermedad mental nos afecta a todos, pero no siempre igual. El golpe ha sido más duro para la población más vulnerable: personas mayores, mujeres y personas con discapacidad. Y además el sufrimiento se concentra en la base de la pirámide: quienes menos tienen, tienen más problemas y sufren mayor ansiedad y depresión, algo que deriva en injusticia social al no poder costearse una atención privada.
Junto a ello, la pandemia ha hecho saltar una alarma particular: la de los niños y adolescentes, que los expertos han confirmado como un estallido a partir de diciembre de 2020. En ese año el suicidio batió cifras récord y fue la segunda causa de mortalidad entre los jóvenes menores de 20 años y los casos graves en los niños más pequeños han dejado de ser algo anecdótico, se ve ansiedad y depresión en menores de seis años con más frecuencia que antes.
Esto no solo pasa en España, se han publicado numerosos estudios que revelan que la depresión, la ansiedad y el estrés postraumático son más frecuentes que lo reportado anualmente por la OMS, a nivel internacional. Pero en España en particular, según Noreena Hertz, autora de “El siglo de la soledad”, 4 de cada 5 jóvenes de entre 18 y 25 años declaran sentirse solos, y es el país con el mayor índice de soledad de Europa.
Se está avanzado en romper con el tabú de estigmatizar a quien va al psicólogo. La salud mental siempre ha sido la gran marginada de las especialidades médicas, pero si vamos al especialista de turno cuando tenemos un problema concreto de salud, ¿porqué no ir al psicólogo si nos sentimos tristes, estresados o insatisfechos?
A largo plazo se necesitan cambios en las políticas públicas y sociales: ritmos laborales que concilien, disponibilidad de tiempo libre, más conexión con la naturaleza, fomento de relaciones menos superficiales y lucha contra la precarización en general. Mientras tanto, el gobierno lanzó en octubre un Plan de Acción para complementar la desactualizada Estrategia de Salud Mental, pero habrá que observar si estas medidas son suficientes, ya que tan solo se destinarán 100 millones de euros en los próximos tres años.
Es imperativo fortalecer la atención a la salud mental de la población en general, y de los grupos más vulnerables en particular. Y además de despertar conciencia sobre la importancia de la salud mental y eliminar tabúes, tener presente que es un objetivo tan individual como colectivo: tan importante es reclamar recursos al sistema sanitario como ser conscientes de todo lo que está en nuestra iniciativa personal para mejorar nuestra salud mental.