La sociedad está modificándose, los movimientos feministas han impulsado y siguen impulsando cambios, estamos viviendo un momento de transformación. Pero, a pesar de todo, la corresponsabilidad en pareja no está asentada, muchos de nuestros hogares todavía siguen marcados por inercias profundas: la repartición de tareas sigue siendo profundamente asimétrica, recayendo la mayoría de la carga en las mujeres.
No solo hablamos de la parte visible, si no de esa tan nombrada carga mental que consiste en anticiparse, planificar, recordar, organizar…Este desequilibrio no solo genera tensiones en la pareja o en la familia, nos deja a las mujeres agotadas y con una profunda sensación de soledad, invisibilidad y falta de reconocimiento que impacta directamente en nuestra salud mental.
Entonces, ¿cómo se cambia esto? ¿Por dónde empezamos?
Desde aquí, desde este espacio, siempre hablamos desde lo que depende de una misma. Eso no quieren decir que no haya que seguir exigiendo soluciones sociales, cambios estructurales y leyes que fomenten la corresponsabilidad, pero la idea es darte claves que sí estén bajo tu control y que pueden marcar la diferencia. Vamos a desmenuzar las principales:
1. Detonar el concepto delegar
Cuando hablamos de delegar asumimos que seguimos siendo las responsables y, simplemente, “le pasamos” la tarea a otro. Eso perpetúa la idea de que llevas el mando, y que el otro colabora… si puede, si quiere, si le avisas.
El cambio real viene cuando se deja de pensar en términos de “ayuda” y se empieza a hablar de reparto, de corresponsabilidad. El hogar es un proyecto común. Y como tal, las tareas se distribuyen entre iguales. Esto vale tanto para la pareja (horizontal) como, en otro nivel, con los hijos e hijas (vertical), aunque ese será tema de otro artículo. Por lo tanto, empieza a pensar en “repartir”.
2. La conversación clave con tu pareja: ¿Qué padre quiere ser?
Una de las conversaciones más importantes que se pueden tener en pareja es esta: ¿Qué tipo de padre quieres ser?
Porque ser padre no es aparecer en los grandes momentos. No es solo estar en los fines de semana, ni en los viajes, ni en los momentos de Instagram. Criar es crear vínculo, y el vínculo no nace del espectáculo: nace del cuidado cotidiano.
Criar es saber cuál es el jersey que le gusta y cuál no, conocer el nombre de su profesora y el del amigo con el que juega todos los días en el patio. Es saber qué pomada necesita para su piel cuando tiene una irritación, cuál es su desayuno favorito o a qué hora se le hace bola la tarde. Es estar presente en las cosas pequeñas y constantes. Estar a todo. Estar de verdad.
Y ese vínculo —el de verdad— no se improvisa. Se construye con presencia, con práctica, con conocimiento. Si quieres que tu hijo o tu hija te vea como una figura de referencia, de protección, de autoridad segura y amorosa, tienes que estar. No cuando te avisan. No cuando se acumulan los platos o hay un viaje escolar. Todos los días, en lo cotidiano.
Por eso esta conversación con la pareja NO debería ser sobre lo justo o lo injusto o sobre los roles de género etc., sino sobre infancia: ¿qué necesitan vuestros hijos? Necesitan a sus dos progenitores presentes, activos y disponibles. No necesitan padres “eventuales”. Necesitan presencia real.
La corresponsabilidad en pareja necesita de mucha comunicación, de mucha conversación y de mucha paciencia.
3. Detectar nuestras propias barreras para la corresponsabilidad: el perfeccionismo invisible
Ahora bien, no todo está “fuera”. También hay que mirar hacia dentro.
Muchas mujeres hemos interiorizado una autoexigencia perfeccionista que, sin querer, perpetúa la carga. Nos adelantamos. Lo hacemos antes de que nos lo pidan. Lo hacemos porque “tardamos menos que en explicarlo”. Lo hacemos porque “ya está, para la próxima”. Y eso hay que desautomatizarlo. Romper con esa idea de que solo está bien hecho si lo hago yo, o que “mejor no pido ayuda para no parecer pesada”, etc. Hay que frenar ese impulso de adelantarnos a todo.
Empieza practicando con cosas que no sean primordiales, no te adelantes, deja que quede ese vacío, que se visibilice algo cuando no se hace y, por supuesto, no te justifiques, justificarte indica que entonces lo “no hecho” es tu responsabilidad.
4. Repetir, hablar, insistir. Así se crean los cambios para la corresponsabilidad
El aprendizaje humano necesita repetición. Necesita palabra y necesita acto. No basta con hablar una vez: hay que insistir, reajustar, volver a hablar. Como ya hemos comentado los roles de género están profundamente marcados, con inercias muy automatizadas, en nuestras parejas y en nosotras, por eso necesitamos desaprender y para ello hay que repetir, insistir, comunicar y repetir de nuevo si es necesario.
Hay que sentarse en pareja a ver qué hace cada uno. Qué carga lleva. Qué tareas toca redistribuir. Qué áreas pueden asumir cada cual en este momento vital.
Si tu pareja está poco motivada, quizás haya que escribirlo, usar pizarras, planillas, dividir áreas, o lo que haga falta, pero con constancia, como si fuera un trabajo. Aquí es importante que visibilices la carga invisible, si es necesario haz una lista, esto también hay que repartirlo.
Comunica sin miedo, siendo clara con tus necesidades y lo más importante y difícil: sin reproches, con asertividad. Nuestras parejas también tienen inercias profundas y automatismos. Piensa en el fin, deja la emoción en segundo plano y que el objetivo y la razón lideren.
Para facilitar el entendimiento un pequeño truco: piensa si lo que vas a decir busca la colaboración o persigue ganar y tener razón.
Probablemente tú serás la más motivada al principio, pero recuerda: eso no te hace pesada, te hace agente de cambio hacia una convivencia más simétrica y justa.
Conclusión
Desde aquí, desde este espacio, siempre hablamos desde lo que depende de una misma. No porque no haya que exigir cambios estructurales, ni porque no haya que trabajar por una sociedad más corresponsable y justa. Eso también es urgente.
Pero en el día a día, ¿qué puedo hacer yo? ¿Dónde puedo poner conciencia, palabra, límites? ¿Dónde puedo soltar, pedir, reaprender?
Aprender a repartir —de verdad— es también aprender a soltar, a confiar, pero, sobre todo a poner la vida en el centro, la propia y la de quienes más amamos.
Te invitamos a que leas nuestro artículo anterior, donde sentamos las bases para conseguir una conciliación sana.