Como ves seguimos con nuestra “batalla” de fomentar la corresponsabilidad (puedes leer aquí nuestro artículo anterior). Ahora toca el turno de los hijos: ¿cómo repartir tareas a los niños?
Como ya hemos explicado, la corresponsabilidad tiene como base primordial el repartir la carga, las tareas y la responsabilidad. Con la pareja se trata de hacer esto sin supervisar, con los niños es similar, solo que dependiendo de la edad sí que habrá que tener cierto seguimiento, pero el proceso es el mismo.
Es importante entender que repartir tareas con nuestros hijos no solo sirve para aliviar la carga, sino que, al mismo tiempo, los estamos educando y enseñándoles valores clave para su desarrollo.
¿Qué estamos transmitiendo a nuestros niños cuando repartimos las tareas con ellos?
En primer lugar, les enseñamos a entender que las vacaciones tienen que ser para todos y no solo para algunos, es decir, no todo debe recaer en una sola persona (normalmente la madre). Esto les inculca el sentido del trabajo en equipo y la repartición de tareas. De manera indirecta, también les estamos enseñando el sentido de la justicia: todos tenemos derecho a descansar, que las tareas no son solo de mamá.
En segundo lugar, fomenta la autonomía, aprenden a hacer por sí mismos. Esto es muy importante para construir su autoestima, ya que se sienten capaces y esto fortalece su seguridad.
En tercer lugar, genera sentido de pertenencia, se sienten parte activa del grupo familiar, lo que les aporta seguridad emocional, refuerza su autoestima y fomenta la cooperación. Sentirse parte activa del hogar les ayuda a desarrollar responsabilidad, empatía y vínculos afectivos sólidos, fundamentales para su bienestar psicológico y social.
En cuarto lugar, les enseñamos convivencia, empatía y gestión del entorno, preparándolos, así, para ser adultos responsables, respetuosos y capaces de construir relaciones sanas.
Estrategias para repartir tareas según edades
1 a 2 años
• Guardar juguetes con ayuda (tipo encestar peluches o piezas grandes).
• Tirar el pañal usado o la servilleta al cubo de basura.
• Llevar su vaso vacío al fregadero.
• Participar al vestirse (meter brazos en la manga, subir pantalones con ayuda).
Objetivo: iniciar rutinas con juego, repetir, cantar, y reforzar con alegría.
2 a 3 años
• Colocar servilletas o cubiertos de plástico en la mesa.
• Ayudar a recoger ropa sucia y meterla en el cesto.
• Regar plantas con regadera pequeña.
• Lavarse manos con supervisión.
Objetivo: convertir las tareas en parte del día a día, sin perfección, pero con constancia.
3 a 4 años
• Hacer su cama “a su manera” (colocar cojines o peluche).
• Elegir su ropa y vestirse (aunque necesite ayuda con botones o zapatos).
• Recoger su plato y cubiertos después de comer.
• Ayudar a hacer su mochila o maleta con lo que se le indique.
Objetivo: reforzar el “yo puedo solo”, incluso si el resultado es imperfecto.
5 a 6 años
• Poner la mesa con más elementos (vasos, platos, etc.).
• Barrer o pasar un trapo (por zonas pequeñas).
• Preparar snacks simples (pelar una fruta, abrir un yogur, untar).
• Hacerse responsable de una tarea diaria (regar una planta, cuidar un peluche).
Objetivo: asumir pequeñas responsabilidades con más regularidad y previsibilidad. Que los niños aprendan que colaborar es parte de la vida, que sus aportes valen, y que mamá no está para todo.
6 a 7 años
• Guardar sus juguetes después de usarlos.
• Ayudar a poner y quitar la mesa.
• Preparar su mochila con ayuda del adulto.
• Usar checklists visuales (con dibujos o iconos) para seguir rutinas simples.
Objetivo: Fomentar la autonomía básica y el sentido de colaboración.
8 a 9 años
• Elegir y preparar su ropa del día siguiente.
• Ayudar a preparar la maleta si hay viaje.
• Encargarse de tareas concretas como regar plantas o alimentar una mascota.
• Usar rutinas visibles con horarios claros (pueden estar colgadas en la pared o en un cuaderno).
Objetivo: Desarrollar hábitos de responsabilidad personal y compromiso con pequeñas tareas del entorno.
10 a 12 años
• Hacer su cama sin supervisión.
• Preparar su propio desayuno.
• Planificar parte del día (actividades, tiempos de juego, etc.).
• Colaborar en decisiones sencillas (qué llevar al viaje, cómo organizar su mochila).
• Iniciarse en la gestión del tiempo, con acompañamiento: uso de agendas, relojes, alarmas.
Objetivo: Fomentar la autonomía organizativa y la participación activa en la vida familiar.
Los ingredientes para que funcione
La pócima mágica para que tener éxito en esta repartición de tareas a los niños es bajar la exigencia, no buscar la perfección (en nuestro artículo anterior hablamos más en profundidad sobre esto), lo que perseguimos es la participación, no que las cosas queden hechas tal y como tú las harías.
Otro ingrediente importante es explicarles para qué se hacen las cosas, esto les da sentido y propósito: “Esto lo hacemos entre todos porque somos un equipo.”
Añade bastante laxitud y flexibilidad: sé constante, no controladora, supervisa sin invadir y corrige sin desmotivar.
Y el toque final: reconoce el esfuerzo, no sólo el resultado. Refuerza positivamente lo que hacen, incluso si hay fallos.
Todo esto puede parecer una carga más, pero encierra innumerables beneficios. Repartir las tareas con los hijos no es solo organización del hogar: es un acto de amor. Amor hacia ellos, al enseñarles a colaborar y a cuidar a quienes queremos. Y amor hacia ti, cuando reconoces que no puedes ni debes asumirlo todo. En ese gesto de equilibrio, también les estás mostrando algo más profundo: que cuidarse a uno mismo es sostenerse por dentro, es reconocerse valioso, es no abandonarse.
Porque hay lecciones que no se dicen, pero se quedan grabadas en la forma en que te miran vivir.